Patria

Es claro que las circunstancias marcan y resaltan los conceptos, así los niños y jóvenes que estudiamos al son de éticos acordes y patrióticas marchas y al amparo de un currículo que nos recordaba permanentemente “la herida abierta” del Protocolo de Rio de Janeiro y su impacto emocional, crecimos insuflados de fuertes sentimientos patrios  que eran permanentemente motivados y exaltados por textos y educadores. La lengua, la historia, la cívica, la historia de límites, el canto y la declamación, eran terrenos propicios para fortalecerse patrióticamente. Así fuimos forjando nuestra ecuatorianidad y así se fue construyendo en nosotros, miembros de esas generaciones, sentimientos y lazos que nos aferraban a la nación y nos afincaban al país; estrofas como estas que desmembramos por efecto de la columna: “Queriendo yo un día saber qué es la patria, me dijo un anciano que mucho la amaba. La patria se siente, no tiene palabras, que claro la expliquen las lenguas humanas”. Eran el pan nuestro de cada día poesías, leyendas, historias, fábulas, hazañas que nos enseñaban y estimulaban al amor patrio. Hoy, en la ciudadanía del mundo y la globalización, el concepto va siendo más ligero; hace poco leía de un joven algo como esto: “Mi patria soy yo, mi patria es mi familia, mi patria es mi alrededor”, palabras más sencillas, menos idealistas quizás, pero muy concretas, que nos piden forjar a través de la educación y los valores cívicos y nacionales, mejores ecuatorianos; ecuatorianos capaces de sentirse parte de ella, de amarla como madre o como esposa. Debemos tener claro que para poder ejercer la ciudadanía mundial antes y primero que todo, debemos sentirnos ciudadanos de nuestro país, seres humanos parte de una nación a la que estamos vinculados por nacimiento, por historia, por geografía y por afectos. El aula debe ser el taller donde alcancemos a fortalecer sentimientos patrios y donde propiciemos la admiración de aquellos seres y grandes de nuestra historia, que nos puedan ser ejemplares. Trabajemos en ello y con empeño.      Dr. Abelardo García Calderón
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