A Clases

Aperturar un nuevo año lectivo implica abrir una caja de emociones y enfrentar una serie de expectativas entre los padres de familia, los estudiantes y los profesores; pues sin duda la comunidad educativa toda se conmueve y apresta para un nuevo punto de partida. Los padres de familia en algunos casos más nerviosos o preocupados que los propios vástagos, según las edades de éstos, acompañan a sus hijos en esa exploración que significa el primer día de asistencia ¿Quién será el profesor? ¿Quiénes los compañeros? ¿Qué tan difícil será este año? parecen ser las preocupaciones fundamentales, por supuesto ayudaría mucho más, que padres seguros y confiados acompañen con entusiasmo al estudiante, animándolo a asumir sus nuevas responsabilidades. El padre de hoy debe procesar el hecho de que se asocia con el profesor, de que junto a él se convierten en una pinza que deben trabajar al unísono,  pues lo que interesa realmente es que el niño aprenda apoyándose en los hombros de padres y educadores. La duda, el temor, la angustia que en ocasiones se genera, no crea el mejor ambiente para el punto de arranque. El niño de hoy va feliz al reencuentro, ciertamente ya ha descubierto que las vacaciones le aburrieron y que es tiempo de comenzar, sin embargo, sabedor de que va a algo nuevo, es obvio que tema y se sienta preocupado; ahí la mano del docente y el amor del padre para impulsar el arranque. El educador también lleva por dentro su procesión, expectante recibe el momento tratando de adivinar ¿Cómo serán?, ¿Qué travesuras harán?, ¿Qué tan dedicados o no resulten?, ¿Cuánto podrá construir en ellos?; lo tranquilizará y apoyará la mano firme del padre que saluda y confía en sus capacidades. Las clases comienzan y es un reto para todos, una sensación de incertidumbre que tiene que romperse con el ánimo festivo que el estudiante encuentre en la cálida recepción, ir a clases es ir al encuentro del crecimiento y el desarrollo personal, de la mejora y el aprender a pensar.
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