Ahora fueron los Textos

En esa siembra de odio y desconfianza que se hiciera para con respecto de los educadores, se trabajó en todos los aspectos: se atacó en lo profesional, en lo social y por supuesto, entre otros, hasta en lo económico, señalándolos como abusadores y explotadores de la familia; y se sembró dudas y poca estima. Hoy han llegado al extremo de repudiar el texto escolar por innecesario y caro, como si este no fuese una herramienta necesaria sino otro medio de explotación. ¿Puede el médico de hoy trabajar sin imágenes?, ¿puede el agrimensor trabajar sin teodolito? ¿puede el chef trabajar sin cuchillos y el ebanista sin herramientas?, ciertamente no. El instrumental es básico y necesario e incluso, en algunos casos, da identidad a la profesión. El niño requiere de textos para apoyarse y complementar así su trabajo formativo y mal hacemos en enemistarlo con el libro desdeñando su valor. Se esgrimen también razones económicas, pero es claro que para fiestas clandestinas, para tomarse unos copetines de cerveza, ron, whisky, en veredas, portales o terrazas, si nos alcanza. En el fondo nos molesta gastar en cultura, hacer de la educación realmente una inversión. La UNESCO ha puesto el grito en el cielo sobre la caída de la capacidad lectora del alumno de la región, y esto realmente es grave, pues el que no entiende lo que lee, actúa y piensa como el que no sabe leer. Corrijamos nuestro error y hagamos que nuestros niños y estudiantes lean, que se acerquen al texto, que sean capaces de obtener mensajes, trabajar con ellos y sacar sus propias conclusiones. Esto les ayudará en los estudios y en la vida profesional, porque el que no sabe leer no puede escribir, y escribir bien es básico para redactar reportes, propuestas, ensayos, etc. Acerquemos a los niños al texto escolar y obsequiémosles libros para que entrenen su capacidad lectora y estén a punto para entender lo que leen, discutir sobre ello y proponer nuevas ideas, abriéndose al mundo. El ejecutivo, el profesional de hoy, deben entender el mundo en que vive y una clave para hacerlo es la lectura.   Dr. Abelardo García Calderón
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