Campanadas de alerta y advertencia

Cuando en cualquier parte un adolescente puede ingresar armas a su escuela y en ocasiones utilizarlas contra sus compañeros y profesores; cuando en una calle cualquiera una persona puede atentar contra otra, ya sea atropellando o hiriendo; cuando adolescentes y casi niños intervienen en atentados y ejecutan sicaritos; cuando la sexualidad se ridiculiza jugando con ella en episodios de travestismo, como ha ocurrido hace poco; cuando huestes de jóvenes y niños son pasto de adiciones, es tiempo de comprender que el modelo educativo que manejamos no está dando  los resultados esperados y más bien complica la convivencia. El educar sin cancha trazada, sin límites y sin exigencias, el dejarnos llevar por la permisibilidad, la sobreprotección y el debilitamiento de la voluntad al carecer de metas y retos claros, nos pasa una alta factura; estamos construyendo y entregando una generación sin expectativas, sin motivación, sin resiliencia, de solitarios, y sin ganas de estructurar una vida proactiva y creativa. Al desintegrar al individuo y atenderle solo en sus aspectos cognitivos, científicos y tecnológicos, le estamos fraccionando malamente, pues descuidamos sus aspectos humanos, espirituales, éticos y morales, que le son propios como persona. En este punto resulta vital un reenfoque inmediato. Los conceptos de causa y efecto, de bien y mal, de responsabilidad ante los hechos cometidos entre otros, deben ser reincorporados al proceso formador. El consentirlo todo, el dejarles crecer sin saber que en ocasiones hay negativas que resultan ser vitales para salvarles de riesgos personales, está minando fuertemente la voluntad y el sentido de responsabilidad en niños y jóvenes, y al no haber voluntad no hay valentía, no hay coraje para enfrentar los problemas y dificultades, riesgos y peligros de la vida. El sentido de autoridad ha desaparecido y el coraje de asumir responsablemente lo actuado, también. ¿Queremos cambios en el mundo?, ¿queremos que brillen la paz y la convivencia junto a la solidaridad y la buena ciudadanía?, cambiemos pues la educación que impartimos.   Dr. Abelardo García Calderón
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