Características de un educador

Seguros de que el cambio es imperativo y urgente, la carrera docente debe preparar al individuo que aspira al magisterio, incluso desde los detalles.

La imagen que implica pulcritud, higiene y limpieza debe ser condición sine qua non para trabajar con los estudiantes. Se forma con el propio ejemplo, y por ello debemos cultivar una buena impresión para enseñar aseo junto a buenos modales y comportamientos. ¡Cuidado! No estamos hablando de belleza física, sino más bien de cultura y conservación de la imagen que proyecta el docente.

El profesor es referente, por tanto, la calidad del lenguaje que maneja, la facilidad de comunicación, la gramática clara que debe sustentar las ideas que expresa son vitales.

El profesor, con su actitud y movimientos, supervisa, controla y anima la clase, se desenvuelve en ella como en un escenario y no debe anclarse a la silla de la cátedra.

De mirada franca y sonrisa permanente, debe demostrar la seguridad que le concede el ser autoridad de lo que enseña. Por tanto, ha de manejar la ciencia lo mejor posible y debe transmitirla consciente de que el proceso de enseñanza-aprendizaje concluye cuando el alumno aprende y no cuando el maestro enseña.

El educador que requerimos no es un transmisor parlante de los libros de texto, de copias o PowerPoint; para ello, bastaría un robot. Se necesita un ente con capacidad de razonamiento, al punto de obtener del estudiante el conocimiento que requiere. Un aventurero buscador de nuevas verdades, de comparaciones y contrastes, un incisivo analista al que no se le escapen las causas de los efectos que busca. No necesitamos un mal imitador de viejos profesores, sino un generador de nuevos modelos.

El educador de hoy, además de motivador permanente, debe estar claro de que para ser comprendido debe ser atendido. Si no hay atención, no hay entendimiento ni comprensión y debe, más que nada, ser gestor de diálogos, juicios y debates, entendiendo que la clase de hoy es más un laboratorio en el que se crea que un espacio en el que el conocimiento se repite y retumba.

¡Busquemos ese profesor!

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