Con dignidad

Siempre hemos considerado que la educación debe moverse y afincarse en ambientes de dignidad, no precisamente en entornos de lujo, donde el derroche y el precio marcan un sesgo diferencial, pero sí en espacios y con tratamientos que hagan sentir a todos seres humanos dignos de respeto y de prolija atención. Traemos esto hoy a colación, porque en ocasiones confundimos los pedidos institucionales con deseos de avaricia económica. Así, lo ocurrido con respecto a los uniformes, ya que impulsados por la mala fama que se generó por más de diez años, pensamos de inmediato que el motivo es la venta del producto y no los resultados reales que se buscan con la uniformidad y la dignidad. Mantener a los alumnos en teleeducación usando la camiseta institucional, les brinda identidad y les hace sentir verdaderamente pares, sin diferencias por marcas o diseños que de inmediato hablan de un imaginario de moda y de jerarquización económica que establecen discriminación, esto cuando no ofrece incultura o desfachatez. Nos referimos a aquellos niños o adolescentes que en ocasiones se presentan en ropa interior o pijamas para recibir clases y a veces hasta acostados en sus mismos lechos, o aquellos que con torso desnudo se aproximan a las cámaras mostrando una consideración real de irrespeto y penoso comportamiento. A la educación hay que darle su lugar, hay que ofrecerla y recibirla en dignidad con posturas y actitudes diferentes, que hablen de momentos cuidados y respetuosamente tratados. Cuando la escuela pide algo es porque seguramente lo necesita, lo requiere para cuidar momentos, para salvar circunstancias, para hacer más llevadero y bueno para todos el acto de  enseñanza-aprendizaje. Ciertamente no son deseos de molestar a nadie ni de ocasionar gastos superfluos, más bien es buscar una clara dignidad y una homogeneidad formal entre aquellos que participan en el hecho educativo. Las diferencias son bienvenidas en lo de fondo, en la propuesta pedagógica, en la forma y estilo de aprender de cada quien, por ello, es mejor no fomentarse diferencias formales que confundan y distancien.   Dr. Abelardo García Calderón
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