Con evidencias en mano

Cuando el ingrato año 2020 paralizó al planeta y nos confinara a vivir casa adentro, el mundo de la educación obviamente también sufrió lo suyo. De repente, de buenas a primeras, hubo de pasarse a la teleeducación o educación virtual o a distancia, como muchos prefieren llamarlo. Fue imprescindible trabajar contra reloj y así, las clases sincrónicas y asincrónicas aparecieron cumpliendo lo suyo y permitiendo, al menos, a los privilegiados con la cobertura y tecnología, mantener su ritmo de estudio y continuar con sus clases. Fue entonces cuando comenzamos a preguntarnos: ¿aprenderán? ¿será lo mismo? ¿cuáles las diferencias?. Y comenzaron entonces una serie de disquisiciones y análisis sobre el nivel de aprendizaje que se alcanzaría con los alumnos. Todos coincidíamos que la presencialidad no podía ser igualada tanto por las edades de los estudiantes como por su capacidad de atención, concentración y los naturales distractores que en una casa, con toda la familia adentro, sin duda debían darse. Algunos pensaban que de esa manera el aprendizaje seria nulo, otros que lo suficiente y unos cuantos más que mejor; porque se aprendería de manera distinta sobre muchos otros aspectos. Se teorizó, se reflexionó y se dijo mucho, afirmándose con más fuerza la idea de una presencialidad necesaria. Hoy, cuando las clases híbridas nos han llevado a la realidad de un profesor con dos auditorios, uno en el aula y otro en casa, y que podemos entonces observar y evaluar con claridad aprendizajes, actitudes y comportamientos aquí y allá. Ya con evidencia en mano, podemos decir que más aprende, que más crece como persona atendiendo a su integralidad, aquel que se encuentra presente y junto a su profesor. Sin duda, el binomio educativo que hace eficiente y feliz el momento de enseñar y aprender, es decir, el encuentro de profesor – alumno, gana en mucho la partida, dejando ver cómo la educación reclama el contacto personal de manera real, cierta y vivencial, y que este resulta vital e indispensable. Ya no es la teoría, son las evidencias las que lo demuestran.   Dr. Abelardo García Calderón
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