Crisis

En su edición del día jueves 19 de  diciembre del reciente año pasado, nuestro querido Diario Expreso titulaba “colegios terminan el año en crisis por pensiones impagas”, para alertar a la sociedad toda del grave problema y riesgo en el que se encuentra la educación privada ecuatoriana y los efectos que ello pueda acarrear a la nación toda. Así, justificados en normas constitucionales interpretadas al antojo, en otros casos amparados por disposiciones distritales y hasta motivados históricamente por declaraciones del propio ministerio, los padres de familia han ido huyendo del cumplimiento de sus responsabilidades frente a la libre decisión que en algún momento tomaron, de llevar a su hijo a educarse en un establecimiento particular. Carteras vencidas entre el 10 y 40% son comunes de encontrar y a ninguna autoridad esto le importa o inmuta, pues según suelen afirmarlo, esos son problemas administrativos que nada tienen que ver con el derecho del niño a recibir sus documentos finales. Olvidando en ese caso que no es el niño el responsable del pago sino el adulto que firmó el contrato y que la educación está en el cerebro del niño y no en el papel que testimonia una promoción. Hay crisis en el sector educativo privado y en más de una ocasión aupada y provocada por declaraciones de algunos ministros en turno o funcionarios de otros rangos, como si la intención hubiese sido dañar o perjudicar, acabar con un sector al que en algún momento se le anuncio su desaparición por disposiciones gubernamentales. La crisis de la educación privada es un problema serio: para el sector público, porque no está en capacidad ni física ni de calidad de recibir al alumnado que le llegaría, y a la sociedad toda porque se perdería una opción de educar de manera distinta, diferente, con otros objetivos y otra mística de trabajo. Que la crisis de la educación privada a alguien le interese, que termine finalmente la demagogia, que no se le asfixie, pues eliminada y erradicada como actor en el desarrollo provocaría, sin duda, muy tristes consecuencias. Dr. Abelardo García Calderón
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