
28 Dic ¿De qué trascendencia hablamos?
Cuando ya hace algunas notas comentábamos que como objetivo profesoral debe ubicarse el trascender, alguien me decía de forma irónica si esa trascendencia implicaba que a cada educador debería levantársele un monumento o tomar su nombre para asignarlo a calles y plazas. Entonces le explicaba a este buen amigo, que la trascendencia que persigue o debe perseguir el profesor es otra, acaso más importante que dejar su nombre o su efigie en algún lado.
Cuando decimos que el profesor ha de trascender, nos referimos a que debe hacerlo en el alumno, en el niño o en el joven que tiene delante y en sus manos para ser formados. El educador ha de dejarse en el estudiante y en lo que este tome o se lleve de él estará ese deseable y aspirado trascender.
Y es que, para el educador, ha de ser significativo, sino vital, que el estudiante recuerde de él una respuesta, una sugerencia, una idea; que agradezca un consejo y más aún, que lo recuerde como un modelo a seguir, como un ejemplo al que replicar. Profesor que logre esto habrá cumplido su misión, habrá justificado su existencia y revitalizado su vocación.
Hay de aquel que después de haber ejercido la cátedra pase directamente al buzón del olvido o a mezclarse entre los recuerdos nublosos que rondan a los momentos y a los seres poco importantes, y ese puede ser el destino de aquel que instruye solo porque le pagan, alejado del entusiasmo y la pasión que implica y caracteriza al buen educar.
Trascender en la memoria del alumno, trascender en las ideas fructíferas de la inteligencia creativa, trascender en la eficiencia y honestidad del profesional, ha de ser brújula, ha de ser meta de quien en este y todos los tiempos quiere llamarse educador.
No teman profesores dejarse ir en cada uno de sus alumnos, más bien, provoquen con sus actos y enseñanzas: inspiración, resiliencia y trabajo.
Que los girones del profesor abran la senda del educando y demuestren siempre el camino adecuado que culmina en la realización personal. Si el educador lo logra, justificó, sin duda, su presencia en la vida del alumno.
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