Del ¡tienes que! al ¿qué quieres

En tiempos remotos, cuando los padres ejercían autoridad, mejor acaso, mando sobre los hijos, generalmente no había opciones. El “¡tienes que hacerlo!”, “!tienes que comerte todo!”, “!tienes que levantarte a tal hora!” etc., eran disposiciones directas y verticales que habían de cumplirse a rajatablas y sin discusión. Por supuesto, eran los tiempos en que los padres con una sola y penetrante mirada tranquilizaban ánimos y silenciaban airados tonos. Luego de un largo viaje a través de la ruptura de moldes y modelos: la disfunción familiar, el sobreproteccionismo y el facilismo, los padres en ocasiones simplemente por condescender, por aplacar culpas y hasta por temor a no ser amado, han llegado al punto del “¿qué quieres?”, lo que nos abre a un mundo diferente en el que el niño dispone, aprovechando la debilidad de los padres, que solo quieren ser queridos y considerados como iguales, como amigos. Así, en ocasiones, preguntas básicas pero no menos importantes como: ¿qué quieren comer?, ¿qué quieren hacer esta tarde?, ¿qué quieren vestir?, surgen buscando respuestas que no siempre agradan ni son buenas o convenientes. El ¿quieres ensalada?, generalmente recibe un “guácala” de respuesta. El nutrirse adecuadamente resulta un imposible ante los gustos de comida rápida que se imponen y los padres pierden así batallas simplemente por ahorrarse problemas, discusiones o malos ratos. Es verdad que hay que fortalecer en los hijos la autonomía, pero debemos estar claros que esta cabe ser forjada de a poco, conforme a la edad, a las costumbres familiares y a una disciplina básica organizacional de la cual los padres tienen el control. Un balance entre el tener y querer debe realizarse siempre; así, de manera equilibrada, los padres podrán ir atendiendo los deseos de madurez e independencia de los hijos y las garantías de que la salud y normas de vida se favorezcan. La autonomía está basada en la libertad y el atenderse por sí mismos debe procurarse de a poco, para que siempre pueda asentarse en el nivel de responsabilidad que vayan desarrollando niños y jóvenes.   Dr. Abelardo García Calderón
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