Desafortunado borrador, peor reglamento

Nadie con trayectoria en el sector educativo nacional niega que la Ley de Educación (LOEI) que nos dejara la Asamblea anterior sea, sin duda, la más mala y pobre que hemos tenido. Pensaron que contentando con migajas a distintos sectores era suficiente, pues se solucionaban circunstancialidades; no miraron a futuro, a lo que viene, a lo que exige la nueva educación para desarrollar sociedades posmodernas. Si la ley fue mala, siempre creímos que el Ministerio de Educación, gran ausente para aquellos tiempos del debate, en la respectiva comisión, construiría un reglamento que intentase mejorar la visión, superar los escollos y cambiar las viejas concepciones y taras que arrastramos como sistema. Mas nos equivocamos, pues la propuesta  no solo que no ejecuta lo que coviene sino que ahonda en las problemáticas de siempre. La concentración de poder, del centro, niega la autonomía que se afirmó buscar; el desconocimiento de un sistema que se divide en distintos modelos regionales, culturales y costumbristas no existe, y avanza por el contrario en la línea de debilitar los mandos institucionales, no solo ya en la gestión, sino en el sometimiento a terceros  en cuento  hace a la misión, la visión e identidad de los colegios, cosa aún que la Constitución de Montecristi garantiza. Ignorar o confundir las diferencias entre educación pública y privada es otro de los defectos que registra el reglamento, pues cada sector tiene realidades claramente diferenciadas, tanto desde el campo laboral como hasta el estilo y tipo de propuesta, que, obviamente, cada entidad realiza, pues si todos fuésemos hacer exactamente lo mismo, la educación particular no tendría razón de existir. La intromisión de terceros, entiéndase “vecinos de la escuela”, resulta una herejía, pues con el respeto que ellos se merecen, no son profesionales ni expertos educacionales ni tienen la preparación en muchos casos, para gestar opinión; sin contar que en el art. 81 del borrador se abren las puertas a la confiscación. Bien haría el señor presidente en devolver ese borrador al ministerio para una nueva elaboración.
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