26 Ene Entre educar o hacer la guerra
Siguiendo la línea trazada por Arjona cuando parodia en su canto “si el norte fuera el sur”, tendríamos que decir en estos tiempos “si hacer la guerra fuera educar” y es que, no con asombro pero sí con desconsuelo y desaliento, tenemos que ver cómo la humanidad está mucho más dispuesta a gastar en la confrontación que a cambiar el mundo invirtiendo en la educación.
Cuando vemos cómo los grandes países y las grandes economías movilizan y entregan decenas de miles de millones de dólares para que Ucrania enfrente a Putin, no podemos menos que resentir cómo el arte de la guerra, tan unido a la humanidad desde todos los tiempos, motiva y moviliza más que la búsqueda de la paz a partir de la educación.
Estados Unidos, los países de la Unión Europea, también grandes economías privadas, aportan con diligencia y rapidez capitales para enfrentar a los hombres y a los pueblos.
¡Cuidado! no estamos justificando las acciones imperialistas rusas, de hecho, nos resulta admirable el tesón y heroísmo ucraniano. Lo que nos desencanta es que no se ponga, por parte de los gobiernos del mundo, económicamente ricos, el mismo entusiasmo para atender las necesidades educativas de los pueblos en vías de desarrollo que el que sí se ha demostrado para hacer la guerra.
Solo imaginemos por un momento ¿cuánto se hubiera podido hacer con esos casi 25 mil millones de dólares en el campo educativo?.
¿Si la educación fuera la guerra habría acaso más oportunidades para tantos niños y jóvenes de países pobres para alcanzar realizaciones, metas y objetivos?.
¿Si la educación fuera la guerra, cuántas escuelas se hubieran podido construir?, ¿cuantos instrumentos, laboratorios y tecnología hubieran podido llegar a manos de los estudiantes?.
Pero no, la educación no es guerra y solo ve pasar los recursos al otro lado de su objetivo final.
¿Queremos paz?, ¿Queremos un mejor mundo?, ¿Una mejor convivencia entre los seres humanos?. Invirtamos en la educación, trasformemos las inteligencias fortaleciendo la creatividad, la curiosidad científica, la voluntad y los valores.
Dr. Abelardo García Calderón
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