¿Licencia perpetua?

Ahora cuando nuestro Ministerio de Educación tiene la tarea de reglamentar una de las más malas leyes de educación que ha tenido el país, habría que ver cómo mejorarla, por supuesto, hasta donde los límites de la norma lo permitan, pues obviamente que cambiar su sentido no es posible. En esa línea tendríamos que preguntarnos si es válido seguir entregando cargos profesorales a perpetuidad, y por ello el ministerio debería intentar de ubicar el criterio de una licencia profesional que tenga años de validez y que sea renovable por supuesto, pero que al mismo tiempo tenga implícito el hecho de que aquel que no esté lo suficientemente preparado, actualizado o claro en sus funciones intelectuales o emocionales, pase inmediatamente a retiro. No podemos seguir beneficiando con una licencia perpetua a personas que en muchas ocasiones llegan simplemente por banderías políticas, por fidelidad a ciertos líderes o caudillos, o por fundamentarse en determinadas ideologías. La docencia, al estilo que habrá que ejercerla en el siglo XXI, es una función altamente exigente que demanda no solo estar idóneo y capacitado científica y pedagógicamente, sino también una alta condición axiológica que pueda hacer del educador un referente, un espejo de valores y principios. En los tiempos que solo la palabra no basta, el educador tiene que formar con su ejemplo, con su diario actuar, con su entusiasmo y pasión; inmerso por supuesto, en esa vocación que le impulsó a alcanzar la carrera. Al alumno de hoy no le bastan solo las ideas, necesita ver acciones porque aprende haciendo, porque toma modelos, porque sigue los caminos ejemplares que se le logren marcar. El nombramiento de profesor fiscal debe ser una licencia profesional habilitante, para que quien la detente, ejerza su profesión sin descuidar el proceso formativo que debe continuar para estar apto a seguir, cumpliendo con su labor de impulsar a sus niños y jóvenes estudiantes hacia las metas que estos deban alcanzar desde esa catapulta o plataforma de lanzamiento que han de ser la mente y el corazón del profesor.   Dr. Abelardo García Calderón
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