No es tan sencillo

Cuánto se deben haber degradado entre nosotros el concepto y la necesidad de educar, que a la primera de bastos y por cualquier asunto se pide la suspensión de clases o teleeducación, ya sea por padres o a través de altisonantes voces.

Ya la pandemia nos enseñó que el aprendizaje a distancia en ciertas edades y entre nosotros no funciona, pero más allá de eso, es claro que la autoridad debe analizar las distintas aristas y los diversos riesgos de cada situación: ¿suspender clases ayuda? ¿A quiénes? ¿Será que todas esas familias tienen personas para que cuiden a niños y adolescentes en casa? ¿Será que los dejarán encerrados con candado para que no salgan con el riesgo de incendios o accidentes?, ¿Y será acaso que esos niños solos no saldrán a las calles para correr el mismo riesgo que el que se quiere evitar?.

Es una pena que hayamos perdido la imagen de la escuela como lugar seguro por restar autoridad a quienes han de ejercerla y mantener claras normas disciplinarias que ubiquen en su rol a cada miembro de la comunidad educativa, pues de lo contrario, lo ideal sería, como en otros países, que los niños concurran a clases incluso en jornada extendida para mantenerlos cuidados, protegidos y a buen recaudo dentro de las instalaciones colegiales.

Entendemos que a muchos padres les preocupa el que sus hijos vayan inseguros a escuelas y colegios, hasta con riesgo de perder la vida pero, ¿quién garantiza que no la pierdan en el portal de su casa, en la esquina del barrio, o que no caigan en manos de adicciones que les hagan perder conciencia y autodominio?. O más grave aún, que sean reclutados para convertirse en agentes del mal por tantas distintas pandillas o indeseables bandas. O se conviertan en objetos de tráfico.

Como se ve, hay riesgos en todas las posibilidades, por eso, entendemos a la señora ministra reconociendo que no es tan sencillo suspender clases o ir a la virtualidad, pues a más de lo dicho, no siempre hay conectividad ni equipos que favorezcan ese proceso y garanticen así un real aprendizaje.

¡Cuidado la receta sea peor que la enfermedad!.

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