Presencia obligatoria

Los resultados prácticos de la asistencia opcional a las aulas nos han demostrado una vez más lo malo y cómodos que somos los ecuatorianos a la hora de tomar decisiones. En efecto, la pereza y confort del adolescente y el miedo de los padres a contradecirlo; la sobreprotección bárbara y castradora del niño de primaria, y la falsa y equivocada percepción sobre la educación preescolar y su beneficio; han hecho mella en el proceso educativo de los niños de la Costa, pues bajaron concurrencia, aumentaron riesgos y dejaron ver el poco valor que damos a la educación. Hoy, tan cerca de la finalización del año lectivo costeño, no resulta lo más apropiado, pero para el reinicio de clases en el mes de mayo, en nuestro litoral, sugerimos al Ministerio no dar alternativas sino dictaminar con claridad absoluta que la presencia áulica es total y obligatoria. Resulta tan extraño que cuidemos tanto la salud biológica de nuestros niños y jóvenes y que los lancemos, por otro lado, a un precipicio altamente riesgoso y peligroso en cuanto a su salud mental, emocional y afectiva. Si ya en lo pedagógico la pérdida es sensible y enorme, mucho vamos a tener que observar y estudiar a estos niños frutos del COVID, para atenderles adecuadamente y rescatarles hacia un proceso evolutivo, sano y normal. Si en lo físico, lo intelectual y psicológico ha hecho daño la pandemia, ha afectado también lo axiológico; sí, lo ético y lo moral, pues ciertamente ha echado al traste la responsabilidad, ha incitado a los alumnos a la trampa y a la copia, ha llevado a otros a la suplantación de personas y porque no decirlo, al fraude académico. La presencialidad por tanto, se vuelve urgente para trabajar fuertemente en la recuperación de la persona humana. Las buenas costumbres y los hábitos también han sido afectados: niños que reciben clases en pijama, jóvenes que sobre la ropa interior se ponen solo una camiseta y medio se peinan para asomarse a la pantalla, hablan del descuido personal que hoy se les permite por la comodidad y el no hacerse problema de los padres. Volvamos sin dilación a la presencialidad.   Dr. Abelardo García Calderón
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