07 Mar Salud mental
Por la vertiginosa vida que llevamos nos cuesta reparar en el otro, por cercano que sea, en sus preocupaciones, en sus conflictos emocionales; y seguimos en lo nuestro y dejamos pasar oportunidades para reconocer y ayudar a quienes nos necesitan no solo como consejeros, sino como personas interesadas en su vida. Así los padres, por falta de atención, perdemos la oportunidad de ayudar a salvar a nuestros hijos procurando la ayuda personal o profesional que sea necesaria.
Hace ya algunas semanas, en un encuentro de carácter social-religioso, se concentraron muchísimos jóvenes, y los confesores que les atendieron quedaron sorprendidos por la cantidad de casos de deseos o intentos de suicidio que tuvieron que escuchar; tanto, que en una homilía hubo de darse el campanazo a quienes estamos junto a jóvenes.
No en vano Inglaterra y ya algunos países de la Unión Europea se encuentran desarrollando y trabajando con fuerza en programas destinados a atender la salud mental de la población, especialmente de niños y adolescentes, pues el problema es global y es una de esas secuelas invisibles que nos dejó el encierro durante la pandemia.
Hablar con psicólogos de colegios o con autoridades universitarias de distintos rangos, es descubrir entre nosotros un panorama igualmente necesitado de atención.
La depresión, la ansiedad, el desencanto que dejaron las pérdidas y los descubrimientos de todo tipo intrafamiliares que niños y adolescentes observaron, han dejado marcas y huellas profundas en la actitud y el comportamiento de quienes por su edad, están aún construyendo sus rasgos y características personales.
La necesidad de ayuda es urgente, pues aunque no lo creamos el peor enemigo está en esa frase que muchos padres solemos repetir: “!Mi hijo no!”, “!Mi hijo nunca!”, ¡El problema son los otros”.
La desesperanza, el desconsuelo, el desinterés han marcado mucho a esta generación, a la que en su escolaridad le ha correspondido vivir esos dos años tristes. Por ello es imprescindible actuar, y rápido, para dar soporte, para dar ánimo, para devolverles la autoestima y la fe en sí mismos.
Dr. Abelardo García Calderón
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