Sana decisión

Acaso sorprendiendo a algunos y con decisión política que extrañábamos, el Gobierno Nacional derogó la tabla de consumos vigente desde hace ya muchos años.

Ya han salido, y seguirán saliendo, los defensores a ultranza de derechos y los seguidores de las nuevas corrientes para, desde sus altísimos, imaginarios y sospechosos púlpitos, decirnos que las cárceles no abastecerán y que hay otras formas de atender el problema; sin duda, ellos prefieren ver las cárceles vacías y los colegios llenos de adictos y zombis perdidos.

A ellos les decimos que el problema no es solo la adicción “per se”, sino también las otras consecuencias que trae, pues vuelve al estudiante mentiroso y cínico cuando dice que solo es consumidor, pero distribuye y vende; hace del estudiante extorsionador porque amenaza y chantajea a otros para que le compren o para conseguir el dinero para el consumo. Lo vuelve ladrón, porque roba a sus padres o en su casa para vender y así sostener su necesidad adictiva.

Como se ve, el problema no es solo la adición, que obvio debe ser atendida profesionalmente buscando tratamientos y rescate de aquellos que la sufren, que la necesitan y la aceptan. Hay colaterales sociales que dejan huellas y marca en la vida de niños y adolescentes.

Es cierto que no es la solución definitiva a todos los problemas, la derogatoria apenas es el fundamento sobre el cual se levantará la estructura ética que requiere un colegio y que deberá complementarse con la devolución de la autoridad al profesor y a los directivos, para que puedan tomar medidas correctivas que conlleven una recuperación disciplinaria, haciendo entender que una sanción institucional no es sentencia judicial y que el educador al sancionar, no es verdugo sino formador.

El trabajo preventivo es indispensable pero no solo desde el miedo al destruirse y morir, sino desde la ética, la moral, el rescate de la autoestima y la espiritualidad de la persona humana. Es vital dar un giro a los procesos porque no es suficiente decir no, sino aceptar y vivenciar las causas del porqué decirlo, dando así un giro al proceso.

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