09 Dic ¿Sembramos la corrupción?
Ciertamente no entendemos por qué el “rasgarse las vestiduras” de muchos cuando surge una noticia sobre corrupción, sobre atentado a la ética y a la moral de personas que en su momento debieron ser modelo y ejemplo, y no lo entendemos, no solo porque aparentemente se ha vuelto común entre políticos, profesionales y ejecutivos el caminar fuera de cánones, sino porque consideramos la sorpresa injustificada.
Cuando se aplaude al hijo que copia, cuando se invita al alumno a llevar colas y comida chatarra prohibidas para vender a sus compañeros, cuando se valora como emprendimiento la venta de preguntas de un examen o se obliga a ingresar “sobrecitos” para distribuirse entre los pares, ¿no estamos acaso sembrando corrupción?.
El relativismo en el que hemos caído marca una profunda confusión en niños y adolescentes que no encuentran nada mejor que decir después de cometer una falta: ¿pero por qué es malo? ¿Qué tiene de malo?, o los consabidos: “si todos lo hacen”, “si no soy el único”, con los que quieren cerrar la página con impunidad.
La corrupción se siembra cuando los adultos cometemos pequeños delitos frente a los hijos y los justificamos, cuando los profesores nos hacemos de la vista gorda para no hacernos de problemas; cuando las autoridades, ocurra lo que ocurra y hayan hecho lo que hayan hecho, les dan la razón a los alumnos por encima de los profesores, tan solo por ser niños y en teoría, los más débiles en la cadena de autoridad.
Al niño, al adolescente, hay que enseñarle que no siempre tiene la razón, que hay cosas que no debe hacer por más que las quiera y que cada cosa que realicen es una causa que provocará un efecto, no siempre grato, ni de aplauso, si sembró mal. Y hagámoslos ya, o seguiremos lamentando generaciones que se rasguen las vestiduras frente a la corrupción, sin darnos cuenta que la provocamos, aplaudimos y fomentamos en nuestros hijos, alumnos, en niños y adolescentes que aspiran ser bien formados y que no siempre reciben aquello.
La corrupción se siembra, se encarna en el ser humano cuando no se lo forma, no se lo forja y no se construye desde el bien.
Dr. Abelardo García Calderón
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