Sobreprotección

Es posible, apreciados lectores, que ustedes como yo, hayan escuchado alguna vez decir que: “hay amores que matan”. Esto, aplicado al amor filial, significa sobreprotección, que más bien se fundamenta en miedos y temores que en el verdadero amor. En efecto, la sobreprotección corta alas e impide a un niño o adolescente sobrevivir por sí mismo, y los padres dejan de ser ese arco del que salen las flechas como lo describió el poeta. Tal cual se ve, ambos, hijos y padres, dejan de cumplir su verdadera función, generando una relación débil, frágil y enfermiza. Los padres deben acompañar el crecimiento de los hijos, pero no deben pensar que estos son marionetas en sus manos o peor, que deben vivir la vida que ellos diseñaron. Los hijos han de saber levantarse de sus caídas, deben aprender a corregir sus errores y aprender a construir sus propias vidas. No caer en cuenta de la necesaria autonomía que debe irse generando en cada niño y en cada adolescente, es ir construyendo una telaraña de dependencia compleja y peligrosa. La sobreprotección perjudica el sano crecimiento de los hijos y les impide ser ellos mismos, pues a cada paso estarán actuando débiles e inseguros sino cuentan con la mirada de consentimiento de los padres. El amor verdadero no es el que lo solapa todo, ni el sentimiento aprehensivo que impide autonomía; por ello, bien podemos decir que amor que no forma, que no construye y exige, perjudica. El amor a los hijos implica construcción de personalidades y eso en ocasiones resulta ser un crisol en el que los problemas, las caídas, los errores están presentes. Los adultos no podemos vivir por ellos, no debemos vivir sus vidas, debemos permitirles volar supervisando, no ahogando sus intenciones, deseos y voluntad. El consejo y más que este, el ejemplo, han de ser los cinceles que vayan puliendo la gema en la que cada padre trabaja. Dejémosle crecer y vivir sus propias vidas olvidando aquello de que “tengan lo que yo no tuve” o que “no pasen lo que yo pase”. Nadie aprende de la experiencia ajena y cada quien requiere de sus propias caídas para poder levantarse.
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