Un refugio, un santuario

Hace algunos días veía una película en la que la protagonista, una joven danesa judía, luego de atravesar distintas circunstancias emocionales se dedica  a educar a niños de escasos recursos de su comunidad, crea una escuela y dice que busca realizar un educación diferente y alternativa a la de su tiempo, educación en la que, la escuela, ha de ser un refugio, un santuario. De primera me pareció ciertamente algo lírica y mística la ensoñación; mas, luego pensando, vino a mi mente la idea de la caverna, de las primeras cuevas de nuestros antecesores, espacios que brindaban refugio y amparo a la raza humana. Un refugio implica protección, seguridad, confianza, sin duda expectativas que una escuela para ser tal, también requiere. El sentirse abrigado, acogido, es requisito que no ha de estar lejos de la condición de educando. El estudiante en su espacio ha de sentirse pleno, dueño de él y confiado, sabiendo que todo a su alrededor a de cuidarlo, brindándole tranquilidad y refugio. Más aún nos quedaba equiparar el santuario al recinto escolar: ¿cómo la infraestructura de un plantel?, ¿cómo el organigrama funcional de una institución educativa pueden llevarla a adquirir esa condición?, y la respuesta no fue difícil. Ciertamente, cuando todo esta edificado para constituirse en un recinto de paz, de sosiego, de solaz, se está replicando al santuario de aquella ensoñación y, ese deseo entonces, no resulta extraño ni esquivo. La escuela ha de ser un centro de paz, de afectos a flor de piel y de emociones que se van puliendo en medida que el ser humano evoluciona, madura y llega a convertirse en el niño, en el adolescente que padres y educadores buscan formar. Cuando se ha hablado tanto de calidad y calidez en educación nos preguntamos: ¿son nuestros centros educativos públicos realmente refugio y santuario?. Si la respuesta es no, implica que debemos seguir trabajando en ello hasta que alcance esa dimensión. Si no lo hacen, ni fiscales ni privados, son realmente un centro escolar.     Dr. Abelardo García Calderón
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