07 Dic Volvemos a hablar de límites
Es bueno saber que ya en Europa, aunque con timidez, se está extrañando, se está reclamando, la necesidad de establecer con claridad, los límites que enmarcan y regulan las actividades de niños y adolescentes. Frente a los excesos, a las rabietas sostenidas para imponer su voluntad, ante la imposibilidad de padres y educadores para manejar niños y adolescentes se expresa con claridad que urge, y esto lo decimos nosotros, trazar la cancha.
En efecto, hace algunas semanas teníamos la oportunidad de escuchar a una muy importante psicóloga española que decía que era urgente parar: el “dejar hacer”, el “dejar pasar”, y aquella otra postura que nosotros agregamos “ya cuando sea grande mejorará”. Decía ella: “hablábamos de que el límite era el cielo”, pero hoy estamos claros de que hay que cambiar y ajustar esa idea.
Sí, y es que el límite puede seguir siendo el cielo en cuanto a capacidad creativa, imaginativa y de ensoñaciones, pero para alcanzar aquello, para llegar a esos niveles, es imprescindible ir creciendo, construyéndose adecuadamente para que esa estructura mental y emocional, sea capaz de trabajar y perseguir aquello, pues los requisitos son una inteligencia abierta, una buena capacidad de respuesta, una calidad de valores y principios, una buena voluntad y emociones claramente trabajadas para dar capacidad al individuo de ser resiliente.
Los límites, es decir, aquello que permitimos o no hacer a un niño o a un jovencito en cada edad y en cada momento, no son frustrantes ni tiene por objeto ahogar una personalidad, más bien se marcan y establecen para que esta crezca robusta, clara y definida, para que ese individuo en vías de desarrollo comprenda: lo que vive, los alcances de lo que hace, las consecuencias de sus actos como el claro manejo de sus fuerzas y capacidades.
Ellos, los límites, ayudan a fortalecer esa estructura mental que debe estar precisa y fuertemente fundamentada para permitir un crecimiento lógico, afectivo, ético, que entendemos resulta ser la expectativa de todo padre y educador. Son indispensables para poder enfrentar la vida.
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